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Tata

La complicidad de las verrugas.

Una situación cómica en el metro.
Una señora de unos 62 años sentada frente a mi. Perfectamente maquillada: el colorete en su sitio, el rimel ni demasiado ni poco, los párpados rosados y los labios de color carmín brillante. Tiene una verruga en el lado derecho de la comisura del labio. Redonda, que casi pasa desapercibida en su blanca piel.
En el otro lado de los asientos, una mujer de unos 65 años, perfectamente desmaquillada: los ojos libres de pintura, los labios pálidos y una hermosa verruga reluciente y resplandeciente enmedio del entrecejo. Lisa y sin nada que la moleste. Justo entre dos experimentadas arrugas descansa, como el rey en su trono, enmedio de la lisa piel.
A mi lado, una mujer de unos 58 años, mira muy interesada a una revista del corazón. Aunque no la pueda ver del todo, pues si me giro sería muy descarado, puedo entrever un trocito de carne resplandeciente que se asoma por la sien derecha. Ahora que la mujer mira hacia el panel de paradas contemplo, atónita, que su tímida verruga es idéntica a la de las otras mujeres. Iqual de pequeña, redonda, rosada y brillante. Muy brillante.

Me extraña que yo sea la única que se haya percatado. Seguro que entre ellas comparten una fuerte complicidad.

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