Blogia
Tata

El deseo de la nieta.

El deseo de la nieta. Cada día de la semana coincido en el bus con una abuela y su nieta. Deben tener unos 75 y 5 años, respectivamente.
La niña es muy curiosa y no tiene reparo ninguno en observar detenidamente a la persona que tenga delante de su asiento. Hay veces en que esa persona le devuelve la mirada y cruzan unas inocentes sonrisas. Otros se sienten incómodos ante la insistente y escrutada mirada de la pequeña, y se revuelven en su asiento, echan los hombros hacia atrás o miran hacia su abuela en señal de ayuda. Pero la niña no dice nada. Sólo mira con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante y una expresión relajada en los labios. A veces desdibuja una sonrisa, como si hubiese cazado al vuelo el pensamiento de alguno de sus vecinos.
Su abuela observa a través de la ventana y cuenta las paradas que faltan para poder meter a su nieta en la bañera, ayudar a su hija en la cena e irse sola al piso número 3 a comer un yogur y quedarse dormida delante de la televisión.

Esta vez la pequeña parece más inquieta, y mientras mastica con ansia una galleta, se sienta y observa a la persona que tiene delante. Sus mandíbulas disminuyen de velocidad al mismo tiempo que se deja caer, poco a poco, en su asiento. La nieta ya no mastica, guarda la ya blanda galleta en algún rinconcito de su boca y observa. Observa. Cabeza reclinada hacia delante, la barbilla casi en el pecho, los ojos en lo más alto y esa sutil e indescriptible sonrisa en los labios.
El chico que está enfrente tiene raíces asiáticas. Sus ojos rasgados y los anchos pómulos delatan una multiculturalidad envidiable. Puede que eso sea lo que haya fascinado a la nieta. La pequeña sonríe, aunque parezca que lo hace para sus adentros se puede atisbar una leve alegría con un toque de malicia.
Se alza sobre las palmas de sus manos y, sin dejar de mirar al joven, le comenta algo a su cansada abuela. Apenas puedo oír lo que dice pero alcanzo a suponerlo por la respuesta de su abuela, que hará que en los ojos de la niña crezca un brillo y observe con fascinación a aquel individuo.
"- Es chino... él...
- Sí - responde la abuela con la mirada perdida en la carretera - ¿es guapo verdad?"
La nieta se vuelve a acomodar en el asiento como el gato que se mueve lentamente antes de saltar sobre su presa. El chico mira por la ventana y no parece importarle que alguien lo observe. La nieta, inmovil, lo mira: las manos a los lados de las piernas, la barbilla bajada, los ojos altos, la petrificada galleta en su boca. Y esa sonrisa. Una mezcla entre asombro, curiosidad y, me sorprende percatarme, deseo. DESEO.

0 comentarios