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Tata

El cristal del bus matiza mi realidad

Mirar por la ventana del bus. Engancharse al frío cristal y observar a las personas que caminan o esperan a que se ponga verde el semáforo.
Te fijas en lo que lleva una chica:sus zapatos, bonitos y encima parecen cómodos. Destaca una jóven con un abrigo rojo y mullido. Te fijas en una mujer, pero ha acelerado el bus y no te acuerdas qué es lo que te gustaba de ella pero algo te gustaba.
Semáforo verde, el bus acelera y te fijas en las cejas de los transeúntes; en la fina nariz de aquel chico y en los oscuros ojos de aquel otro, y cuando arranca el bus, ideas su "Mister Potato" perfecto: el prototipo de hombre que cruzó aquella calle pasada.
Te pegas a la ventana y piensas con quién te gustaría estar: un alto ejecutivo novel, o un dandy raído, o un chico con chaqueta, bufanda a rayas, gafas de pasta negra, tejanos recién lavados y allstar.

Dejas llevar tu imaginación basándote en la realidad, de echo, estás siendo realistas en un mundo cosmopolita imaginario. Es lo mejor cuando quieres evitar que tu mente vaya más deprisa de tus límites de control. Se te acelera la respiración, empiezas a tener náuseas, quieres aire y estar en casa... lo mejor para evitar todo eso: pegarse al cristal del bus e idear tu nuevo novio, a tu nueva personalidad.
Todo vale cuando te subes al autobús, todo es bueno para evitar que te angusties de los más ínfimos problemas.

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