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Tata

Las mariposas se fueron

Como cuando un bebé ríe y ríe sin parar. Enseña su primária dentadura, cierra los ojos y deja soltar la carcajada. Pero de pronto se pone a llorar, gritar, a berrear... así es como fue esto.
Una sonrisa constante que se ha convertido en un par de lágrimas y horas de conversaciones con voces dulces y suaves.
No quiero pensar mucho, no quiero seguir escuchando las mismas canciones... ojalá pudiese cambiar algo para olvidar lo mal que lo acabo pasando siempre. Aunque este muy gastada esta frase... "a otra cosa mariposa" y punto.
Punto.

Punto.
.
.
.
Punto.

Miércoles

miércoles. Miércoles.
MIÉRCOLES.
dimecres. Dimecres.
DIMECRES.
mercredi. Mercredi.
MERCREDI.

Tengo hasta el miércoles para dar alguna señal de interés (que lo hay, y rebosa por mis arterias) a una camiseta rosa con acento andaluz.
Me pueden. No se si estoy de los nervios.
No se cómo sentarme.
No se si cruzar la pierna derecha o la izquierda primero. No se si encenderme el cigarrillo con la vela.
¿Debo ponerme otra cucharita de azúcar? ¿Estoy sonriendo?
¡Me estoy retorciendo un mechón de pelo! ¿He mirado al móvil 20 veces en clase de estadística?
No se si quedarme en el sofá o en la cama.
No se si escuchar Portishead o Nick Cave. ¿O eran 50?
¿¡He suspirado!?
No se si pasar a la siguiente canción, aunque aun no haya acabado esta. ¿He vuelto a mirar al móvil?
¿O mejor paso a la canción de antes?
No se si coger esta calle o esa.

BASTA.

Tenías razón. La escusa no es la primavera, sino una camiseta rosa que enseña.
¿Acaricio al gato aunque esté ronroneando?
B.A.S.T.A............................
No se si dejar de escribir.....................
Me voy a dormir. ¡2 emes!... eme... eme de MIÉRCOLES.
Diosss, BASTA.

A su vera

A su vera

Hoy me desperté y todo era como siempre pero el día iba a ser diferente. No sé porqué pero lo iba a ser. Y claro, como todo estaba igual pues no podía cambiar para que fuese "un día como siempre"... la primavera se acerca y todo cambia. Mas que cambiar se revoluciona. ¿No sentías lo mismo?: plaza Cataluña. 9:00 pm, bullicio de gente por todas partes. Parejas esperando a amigos. Solitarios esperando su compañía citada. Grupos de jóvenes ansiosos de reír y fumar... y una pareja besándose. En ese momento creí que la cámara que tengo en mis ojos reducía su velocidad; todo iba a cámara lenta. Despacio. Suave. Un dulce baile de sensualidad ante la puerta trasera del día y ante la entrada de la primavera.
No se huele. Ni se ve, bueno quizás un poco. Pero tampoco se puede tocar. Sólo, y únicamente, se SIENTE.
Lo siento... se siente. Transpira dentro de todas partes.

Ufff si lo siento......

''Será maravilloso, viajar hasta Mallorca...''

Después de una semana con "un cuadro gástrico descompuesto", horas de cama, mucho sueño, poca luz natural y alimentándome a base de patatas hervidas, porfín salgo de mi ciénaga.
El Martes me voy a Mallorca a pasar una semanita de relax. Mas que relax, un poco de juerga y hacer de guiri, aunque eso nadie lo notará. Tendré que beber poco (según fuentes médicas y maternales no debería beber nada), saldré bastante y supongo que trasnocharé mucho.

No quiero comprometerme, porque sé que no lo cumpliré, pero almenos tengo la espinita clavada de que por aquí no escribo casi nada, y mi Tata la tengo un poco abandonada. Así que cuando vuelva tendré que decir algo... espero llegar con la maleta a rebosar de anécdotas y detalles, si es así, esto cambiará bastante.

Un saludo a todos/as.

Un beso R.

Los hombres tienen ataques de autismo.

Los hombres tienen ataques de autismo.

Es cierto. Voy a intentar explicarme de una forma realista.

Vamos a construir un escenario: una biblioteca, época de exámenes, pocas mesas y muchos estudiantes alrededor de ellas. Una chica está subrayando en un libro, al topar con una fórmula estadística levanta la cabeza y sopla. Y allí está ese chico mirándola. Ella enseguida comprende lo que pasa. Vuelve a su libro y sigue subrayando pero puede sentir cómo aquel chico de la otra mesa la está mirando. Ella siente cierta atracción por el simple echo de que la biblioteca está repleta y sólo ellos dos comparten esa complicidad de las miradas. A la hora de comer, en la salida de la biblioteca, se topan y entablan lo que serán sus primera palabras. Compartirán un cigarrillo, se intercambiarán los móviles, saldrán a tomar algo y luego acabaran en la casa de alguno de los dos.

Hasta aquí todo clarito, no?. Pero el problema está cuando es ella la que quiere iniciar una "complicidad" con un chico.

Situemonos en el mismo escenario. Un chica está leyendo sus apuntes, topa con una frase incomprensible y levanta la vista para relajarse un poco. Y allí está, un chico estudiando. Los codos sobre la mesa, las gafas, la chaqueta abierta, los libros alrevés a su lado... respira despacio, sus manos se mueven lentamente. Flechazo. Ella lo sigue mirando pero él nada. Si recordamos que en la situación A la chica estuvo en todo momento receptiva a lo que pasaba a su alrededor aun sin poder mirarlo, en este caso el chico está concentrado al 100 por 100.
Sigamos con el caso B: la chica lo mira y lo mira. Al día siguiente se vuelven a encontrar en la biblioteca, ella se sienta cerca de él, pero sin que se note, lo sigue observando, y pide y desea que él la mire. Nada.
Él se levanta, pasa por su lado y ni se percata de aquellos dos ojos que lo están siguiendo.
Día siguiente, misma historia. Y así hasta que los exámenes pasaron, hasta el cambio de curso y hasta que los dos se pusieron a trabajar.

¿Cómo puede ser que cuando una mujer quiere acceder a un hombre en un escenario inusual éste se encierre en su actividad y se olvide de lo que pasa a su alrededor?

Moraleja: las chicas pueden estudiar y controlar situaciones externas a la vez, y aún así aprobarlas tods. Los hombres no, ellos dan el 100 por 100 en lo que están leyendo sin darse cuenta de que hay una chica al otro lado de la mesa que los está mirando. (Malditos ataques de autismo)

Garagardo bat gonbidatzu zaitut?

Garagardo bat gonbidatzu zaitut?

Después de dos semanas de exámenes, de dos intensas semanas de concentración, dos semanas de revolución hormonal, dos semanas de "outismo" total... aquí estoy, he sobrevivido y he podido con todo (aunque hayan unas cositas por acabar de perfilar).

El lunes 14 de febrero me fui a Donosti con dos de mis mejores amigos. En total somos 4 locos, pero para este viaje una se cayó del cartel por causas laborales. Nosotros, sin más dilación, nos tomamos una semana de vacaciones; aunque tuviésemos nuestras respectivas clases (yo periodismo, ella psicología y él traducción y fitness), decidimos salomónicamentes que nos merecíamos unas vacaciones. Buscamos lo más barato y acabamos allí, en la "bella Easo". ¡Y tan bella!
¡Pero qué bonito es San Sebastián! el color negro casi encerado del asfalto, las aceras muy bajas, los postes de color verde, los ventanales de las casas erosionados por el impotente viento, la elevada pijería de las mujeres donostiarras... ¡todo!
También hemos descubierto un nuevo idioma. Pocas palabras sabemos decir pero nos sentimos tan orgullosos... por ejemplo, nos empeñamos en que teníamos que sabes decir "cerveza", y después de una laaarga noche de borrachera al final se nos quedó: 'garagardoa'. También aprendimos a despedirnos autóctonamente: 'agur' y 'agur' respondían ellos. 'Kaixo!' para decir hola a algún transeunte, 'eskerrik asko' para dar las gracias al camarero que nos acababa de servir el 'txacolín' y los 'pintxos', 'udala' para reconocer que estabamos cerca del ayuntamiento, 'kale' boulevard: donde vivíamos... y un sinfín de anécdotas lingüísticas más.

En fín, que siempre es bueno conocer nuevas ciudades y encima que sean tan ricas en amabilidad y belleza.
Un placer Donosti.

Lo malo: los 3 grados constantes y las esporádicas granizadas y aguas nieves en la playa de la Concha, aunque esa playa pueda compensar cualquier problema.

La selva

La selva

Podría escribir sobre mí.
Podría vomitar mis angústias, mis agobios y mis ansiedades.
Podría... pero no.
Hoy, después de salir de la universidad y caminar por el centro de Barcelona bajo las frías estrellas, me he adentrado en plaza Cataluña. Eso es un nuevo mundo, es la selva, es un río caudaloso que no cesa, es una hoguera fogosa, es una larga y soporífera clase, es una casa con la calefacción demasiado alta, es un coche que corre mucho, es un metro con el aire acondicionado muy fuerte... no tienes tiempo de pensar: llegas, miras más allá para ver quién se puede cruzar en tu camino, esquivas al que te adelanta por la derecha (¡por la derecha!), entras los piés porque llega uno con una bicicleta, sigues recto y un grupo de gente se coloca en tu ruta y un ejecutivo se acerca hacia el mismo punto y... ¡colisión! nos chocamos los hombros, mil perdondes vuelan en el aire y seguimos nuestro camino. Ya está... nada más.
Y ahora estarán todos los afectados en sus casas con sus familias cenando delante de la televisión pero, por obra de las azarosas rutas, con un hombro dolorido.

La verdadera Tata

Bueno... después de un año entero, me gustaría presentarles a mi hija, la verdadera Tata.
Un beso a todos.

PS: ¡Ah! la que tiene menos pelo soy yo

http://img13.exs.cx/my.php?loc=img13&image=yoytata.jpg

1r post del año

Lo primero que he apuntado para el próximo año 2006 es que dejaré de beber tanto.

¡ ¡ ¡ F E L I Z A Ñ O 2 0 0 5 ! ! !

Chips localizadores para objetos emparejados

Chips localizadores para objetos emparejados

He visto zapatos tirados en la autopista. Me daba miedo, me preguntaba porqué estaban allí y sólo conseguía alcanzar a pensar que eran las secuelas de un pasado accidente.

El otro día, por alguna calle cercana a Gran Vía, vi un mocasín negro tirado en el suelo. Me dió pena y enseguida apareció en mi mente la cara de su propietario: un hombre de unos 40 años pero que aparentaba más años, moreno de piel y más bien agitanado. No se porque eso fué lo primero que pensé al ver ese solitario pero reluciente mocasín.
¿Qué será de su tocayo? ¿Se preguntará el gitano porque ha desaparecido su zapato?¿Tirará el que tiene y se comprará un par nuevo, o simplemente comprará un único zapato? ¿Cómo coño ha llegado a parar un zapato enmedio de la calle? ¿Qué será de ese pié desnudo?
¿Acaso la gente va con más pares de zapatos encima por si pierde/lanza/regala u olvida uno de los suyos?

Me tiene atormentada.
Creo que los zapatos, somo los objetos emparejados (lentillas, guantes, calcetines, pendientes...) deberían tener un chip conectado a su cónyugue para evitar escenas tan tristes como la del mocasín negro en la Gran Vía.

El cristal del bus matiza mi realidad

Mirar por la ventana del bus. Engancharse al frío cristal y observar a las personas que caminan o esperan a que se ponga verde el semáforo.
Te fijas en lo que lleva una chica:sus zapatos, bonitos y encima parecen cómodos. Destaca una jóven con un abrigo rojo y mullido. Te fijas en una mujer, pero ha acelerado el bus y no te acuerdas qué es lo que te gustaba de ella pero algo te gustaba.
Semáforo verde, el bus acelera y te fijas en las cejas de los transeúntes; en la fina nariz de aquel chico y en los oscuros ojos de aquel otro, y cuando arranca el bus, ideas su "Mister Potato" perfecto: el prototipo de hombre que cruzó aquella calle pasada.
Te pegas a la ventana y piensas con quién te gustaría estar: un alto ejecutivo novel, o un dandy raído, o un chico con chaqueta, bufanda a rayas, gafas de pasta negra, tejanos recién lavados y allstar.

Dejas llevar tu imaginación basándote en la realidad, de echo, estás siendo realistas en un mundo cosmopolita imaginario. Es lo mejor cuando quieres evitar que tu mente vaya más deprisa de tus límites de control. Se te acelera la respiración, empiezas a tener náuseas, quieres aire y estar en casa... lo mejor para evitar todo eso: pegarse al cristal del bus e idear tu nuevo novio, a tu nueva personalidad.
Todo vale cuando te subes al autobús, todo es bueno para evitar que te angusties de los más ínfimos problemas.

Los seis juntos

En casa se respira cierta tensión pero con un toque de renovación.
Mi padre ya está en casa, lleva varios días sin fumar y nos ha dicho que pasará de los 40 pitillos a los 5-10 por día. Estoy muy contenta, y no dudo de su palabra.

Hemos puesto el árbol y todo parece nuevo. Todo se viste bien para recibir nuestras esperanzas y nuestras ganas de estar juntos. Estamos juntos, oh, eso es genial.

Estoy contenta. Estamos todos. Los 6. Sí... ¡qué bien!

No más Ayer por hoy, porfavor.

Complicaciones familiares.
Mi padre en el hospital. Ayer fue muy duro todo lo que vimos. Menos mal que estamos todos juntos... ayer creí verlo todo perdido, fue horrible. Ingresaran a mi padre en el hospital esta semana y esperaremos a ver los resultados de todo.
Tengo miedo, pero menos que ayer. Ayer... Ayer, ayer... ojalá pudiese borrar todas las imágenes que grabe en mi memoria. Ayer... no, porfavor... ayer fuera.

No quiero saber nada de Ayer.

PS: Estaré un poco "out" estos días, pero seguiré escribiendo en mi libreta gris. Así es como lo veo hoy, gris... ayer... NEGRO. Ayer no... porfavor, no mas Ayer.

Un detalle, un mundo.

Aquella noche había prevista una cena de clase: todo segundo de comunicación de tardes en el mismo restaurante del que siempre les acababan echando. Aunque se decidió tardíamente, la mayoría de los que se veían cada día en clase iba a ir. Parecía una reunión organizada con poco tiempo pero que iba a dar la impresión de ser una velada con sorpresas. Les quitaron la última clase (de 6 a 7'30pm), y después de leer el breve y directo cartelito de la puerta del aula, se decidió por ir a visitar a su hermana mayor a su nuevo piso.
Se sentaron y fumaron explicándose los pormenores, o no tanto, de los trabajas de limpieza de su nuevo hogar. Finalmente se decidiron por ir a un ligar donde tenían pollo con salsa de mango. Recogieron sus cosas y salieron a la calle con apetito. Después de encontrarse por la calle un par de sillas, una mesa y un aparador de tiendo para chocolates, y de volver a casa pra dejarlos en la entrada, se sentaron en una diminuta mesa y cenaron tranquilamente.
Hablaron de la "nueva vida" que se emprende cada vez que uno hace algún cambio importante y repentino. Rieron recordando las patosidades y anécdotas de cuando ella todavía no medía un metro. Comieron aunque el pollo picase, y discutieron sobre los nuevos compañeros de piso de su hermana mayor. Más tarde, y después de dos botellas de vino, apareció su hermana pequeña en coche. Las tres hermanas improvisaron una discusión familiar en la calle, y después de despedirse la mayor y la pequeña, las dos hermanas se alejaron con el coche dirección al negro mar. La hermana mayor caminó hacia su piso y se encendió un cigarrillo.
Las dos inseparables hermanas hablaron de la cena y del próximo viaje a París que iban ha hacer la menor y su novio. Rieron, hablaron, compartieron silencios y cantaron las dos en el coche. Cuando llegaron a casa, y después de estar un rato hablando con su madre en la cocina, sus compañeros de la facultad la llamaron al móvil. Todos gritaban que viniese a tomar el café, algunos canturreaban su nombre y otros se reían de los que cantaban. Ella insistió en que estaba cansada y en que no tenía dinero para coger un taxi. Uno llegó a ofrecerse para pagarle el transporte, pero ella se lo tomó con humor e insistió en que quería irse pronto a la cama. Se despidieron con unos pomposos pero inocentes piropos, y ella subió a su habitación. Mientras se lavaba los dientes, su mente empezó a funcionar muy aprisa. Se miró a los ojos en el espejo, bajo la mirada para ver lo que llevaba, luego volvió a mirar hacia su reflejo y bajó las comisuras de los labios cuando vió su rizado, encrespado y sucio pelo. Se enjuagó, apagó la luz y puso la cabeza sobre la almohada. De cara a la pared se pasó la lengua por los dientes y perdió la mirada más allá de los muros de su habitación. Se sintió mal. Tenía ganas de ir, y al principio iba a ir. Pero después de ese pulcro cartel y de llamar a su hermana mayor, sabía que su decisión fue la correcta. Con ellos se lo podría haber pasado muy bien, todos eran muy amigos, había confianza aunque a veces pensabas otras cosas. Pero no. Nada de eso hizo arrepentirse. Por unos segundos, o milésimas, tuvo las ganas y decisión de llamar a un taxi e irse a beber, hablar, bailar, reír y, porqué no, besar. Pero nada sirivó. Las risas con su hermana fueron maravillosas. Aunque la comida picaba, el sabor del vino después de las caladas endulzaba el momento. Hablaron de las dos y sobre las dos, Fue una cena imprevista, improvisada y realizada.
Acostada en la cama se mordió la uña del meñique y se giró hacia la mesita de noche. Las luces del móvil descansaban. Tuvo la tentación de enviar un mensaje a sus amigos, así que cogiço el móvil y tecleeó unas palabras. Dejó el aparato sobre la mesilla y siguió sobando su dedo. Las luces de encendieron y pudo verse reflejada en la pantalla una sonrisa. Se giró y cerró los ojos alegría en el rostro. Esa alegría que tiene uno cuando sabe que ha hecho algo bien. Esa sensación de escalofrío en la espalda, pero calor por todo el cuerpo. Volvió a sonreír y dijo susurrando: "¡cómo la quiero!"

L3 Catalunya, L1 Urquinaona, L4 Jaume I

L3 Catalunya, L1 Urquinaona, L4 Jaume I

Me gusta pintarme los ojos

No me gustan las agujetas

Me gustan los transbordos rápidos

Me gustan los mapas

Me gusta tocar la nariz de Tata

No me gusta la comida picante

Me gusta "la contra" de La Vanguardia

No me gusta cuando alguien se adjudica trabajo que no ha hecho

I get so high...

I get so high...

Me gusta volver a escuchar canciones que ya no recordaba (Toni Braxton - So High)

No me gusta cuando se me caen los pantalones

Me gusta hablar con los profesores de la facultad mientras caminamos por la calle.

Me gusta jugar a fútbol aunque no sepa

Me gusta observar a mis gatos cuando se lavan o duermen

No me gustan los escalofríos que me dan cuando me pongo una camiseta fria.

La complicidad de las verrugas.

Una situación cómica en el metro.
Una señora de unos 62 años sentada frente a mi. Perfectamente maquillada: el colorete en su sitio, el rimel ni demasiado ni poco, los párpados rosados y los labios de color carmín brillante. Tiene una verruga en el lado derecho de la comisura del labio. Redonda, que casi pasa desapercibida en su blanca piel.
En el otro lado de los asientos, una mujer de unos 65 años, perfectamente desmaquillada: los ojos libres de pintura, los labios pálidos y una hermosa verruga reluciente y resplandeciente enmedio del entrecejo. Lisa y sin nada que la moleste. Justo entre dos experimentadas arrugas descansa, como el rey en su trono, enmedio de la lisa piel.
A mi lado, una mujer de unos 58 años, mira muy interesada a una revista del corazón. Aunque no la pueda ver del todo, pues si me giro sería muy descarado, puedo entrever un trocito de carne resplandeciente que se asoma por la sien derecha. Ahora que la mujer mira hacia el panel de paradas contemplo, atónita, que su tímida verruga es idéntica a la de las otras mujeres. Iqual de pequeña, redonda, rosada y brillante. Muy brillante.

Me extraña que yo sea la única que se haya percatado. Seguro que entre ellas comparten una fuerte complicidad.

Por un mundo mejor... ¿me haces una foto?

Por un mundo mejor... ¿me haces una foto?

- ¡Qué bonita es esta estatua, hagámonos una foto!
- No, espera, yo te la hago y luego tu me la haces a mí.
- Pero no cariño, lo bonito es que los dos salgamos en la foto con la estatua.
- ¿Y qué hacemos?
- ¡Uish! pues pedirle a alguien que nos la haga... venga a esa chica.
- ¿Sí? ¿A esa? ¿Tu te fías? ¿No se irá corriendo con la cámara?
- ¡Ai cielo como eres de desconfiado!... ¡Perdona! ¿Nos podrías hacer una foto? porfavor.
- ¡Sí claro! ¿Junto a la estatua no? ¿Se apreta aquí? Vale... venga que voy.

Común ¿no?.
Un diálogo totalmente normal en nuestras vidas. Una acción de confianza hacia los demás. Sinceramente, encuentro que es un gesto muy bonito el pedirle a otra persona desconocida que te haga una fotografía.
Cuantas veces nos habrá pasado que no hemos podido salir en la foto de la Fontana di Trevi, porque no teníamos a nadie a nuestro lado que nos la hiciese junto a ella. O cuántos "lástima" hemos dicho al ver la fotografía de la solitaria Tour Eiffel, cuando podríamos haber estado justo debajo de ella... pues creo que tendríamos que pedir más a la gente que nos fotografie junto a todos aquellos monumentos, plazas... que nos guste. Que salgamos en ellas, que quede constancia de que hemos estado allí y que cuando nos pregunten "¿quién os hizo la foto?" "Pues una persona que pasaba por allí"... si, una simple e insignificante persona más que pasaba por allí, pero gracias a ella tienemos esa foto. Y cuando recuerdemos ese viaje recordaremos el momento en el que se hizo esa foto, y nos reiremos, y comentaremos qué maravilla de vistas y "´¡qué bien que esa persona nos hizo la foto!". Puede que no nos acordemos de la cara de la fotografa/o pero gracias a él/ella tendremos un bonito recuerdo donde enmarcar olores, colores, sensaciones...

Seguro que a todos nos ha pasado de ayudar a una pareja feliz, o a toda una família que quería salir en la plaza Cataluña, o a un equipo de golf en el que todos querían salir en la fotografía. Es un simple gesto que hace que te sientas bien y que ellos sean aún más felices... la verdad, ahora que lo pienso, creo que si todos nos ayudásemos más amenudo a retratarnos, el mundo, quizás, iria un poquito (muy muy muy poquito) mejor.

Ayer su delicadeza la derrumbó.
Mientras bailaba en La Paloma un chico minusválido se le acercó y estuvieron hablando. Le dijo palabras bonitas y, aparentemente, inocentes. Pero después de que ella le dijiese que quería estar con su hermana él insistió repetidamente en que quería invitarla a algo. Atraverason toda la sala, pidieron sus Martinis y se sentaron. Él tiraba de ella, y ella intentaba deshacer la cuerda, pero la tenía enrollada en sus entrañas. Gracias a varias miradas de desesperación un ángel la salvó y pudo seguir bailando con su hermana. Pero ya nada era lo mismo. La sonrisa que tenía acabó por ser unos ojos abatidos. Se sentía mal, culpable, triste, una mierda.
Todos le decían que hizo bien, que tenía que tratarlo como un igual. Pero la realidad es la realidad. No es lo mismo una persona postrada en una silla que un chico que mide 1'90.
No es lo mismo quitarse de encima a un chico que intenta ligar contigo que a una persona que no está bien vista en la sociedad.

Se durmió junto a su hermana, pero aún tenía el nudo en el estómago. "Esto no se me puede hacer a mí... a mí no..."

Y si... y si en el metro...

Y si... y si en el metro...

Siempre que sale de casa y se dirije hacia la parada del bus espera con encontrarse con su príncipe azul. A veces, en aquellos días en que el sol prefiere seguir durmiendo tras una manta gris, cree que todo es una estupidez. Se ríe de ella misma sentada en el banco, y piensa que las películas se acaban cuando apagas la televisión.
Otras veces teme. No quiere seguir con esa ilusión y se autoconvence de que la persona que necesita nunca la encontrará en el transporte público. Pero hasta ella misma se da cuenta de que se está autoconvenciendo en vano.
Aunque mire objetivamente hacia el bando del andén del otro lado del metro, e intente buscar en aquella diversidad de mujeres con arrugas en los labios, ejecutivos tranquilos y estudiantes con un ligero acné, sabe perfectamente que esa persona no aparecerá entre los demás para mirarla detenidamente, sonreirla e invitarla a un aparente inocente café. Eso son invenciones de su amplio mundo de imaginación. Se teme lo peor, pues no quiere caer en un círculo oscuro y podrido sumergido en las constantes suposiciones del "y si...".
Pero nada... todo sigue igual. Hasta ella misma sabe que todo lo que se diga no le sirve de nada. Sólo para calmarse un rato. Respirar hondo y reirse de su voz interior. Pero el demonio rojo se la mira con una sonrisa irónica que sabe perfectamente que esas risas son una estúpida máscara que se ha hecho a su medida, y que se pone para pasar desapercibida de ella misma.

Así es la realidad o, al menos, como ella cree entenderla.

Ella misma se dice que se deje en paz. "Akunamatata, akunamatata", se repite para sus adentros. Cada uno hace lo que quiere hasta que choca con la libertad del otro, pero su libertad se mitiga a cada mirada perdida que hace cuando se sube al bus o al metro. Ella misma se da cuenta que no es libre. Sus pensamientos son rápidos e incontrolados, y como ya está cansada de luchar contra si misma se hace más fuerte si imagen de soñadora en todo regla. Pero desde fuera las cosas son totalmente diferentes. Emana sencillez a primera vista, aunque si te sientas frente a ella en el metro ves que sus rasgos, más bien pálidos y enmarcados por un pelo negro con alguna tímida cana, son de una persona curiosa. Sus enormes ojos marrones buscan cualquier cosa.

Para los demás pasa desapercibida la pegatina de la puerta del metro, pero ella, discretamente observa los trazos de ese solitario dibujo. A fin de cuentas, se siente identificada con esas líneas oscuras. Una silueta en fondo blanco y nada más. Así es ella: unas gruesas líneas negras en un fondo incierto, solitario e incluso triste.
No le da sentido al dibujo y baja la mirada. Si estuvieses delante pensarias que lo hace en señal de derrota, pero es mucho más complicado y grande que todo eso. Ella es la única que lo sabe y se siente orgullosa de poderlo esconder, aunque parezca mentira, tras esos grandes ojos. Aunque como es una ser humano lleno de contradicciones, tiene ganas de ponerse a gritar enmedio del vagón lo que piensa de ese dibujo. Pero nadie le encontraría un sentido y podría acaban en alguna comisarçia bajo la pegatina de loca. Lo piensa por un par de segundos, duda de ella misma, se cree que no podrá controlar, se pone nerviosa por el "y si..."... pero nada. A los pocos minutos se da cuenta de su estupdez y deja de pensar en los locos y en las situaciones límite en las que el ser humano podría encontrarse.